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Virgen de los Dolores

La Virgen de los Dolores, también conocida como La Dolorosa, Virgen de la Amargura, de la Piedad y de las Angustias es una advocación mariana venerada en muchas regiones del mundo. Esta figura simboliza el sufrimiento y la compasión de María, la madre de Jesús, durante la Pasión y Muerte de su hijo. 

Su imagen es especialmente significativa en la Semana Santa, donde es objeto de profundas muestras de devoción y respeto. 

 

Historia de Nuestra Señora de los Dolores 

En la Edad Media, la devoción hacia la Virgen María se centraba en los «5 gozos», que posteriormente evolucionaron para incluir también los «5 dolores». Con el tiempo, se añadieron dos dolores más, resultando en la veneración de los «7 dolores de Nuestra Señora». Los frailes servitas, conocidos por su especial devoción hacia los sufrimientos de María, obtuvieron autorización en 1668 para celebrar una festividad en memoria de estos Siete Dolores, estableciéndose en el tercer domingo de septiembre. 

Desde el siglo VIII, obras eclesiásticas empezaron a profundizar en la compasión de la Virgen, lo que condujo al surgimiento de devociones específicas hacia sus siete dolores. La fiesta en honor a la Virgen La Dolorosa se introdujo en Occidente durante la Edad Media, inicialmente celebrándose únicamente durante la semana de Pascua. 

 

¿Qué se le pide a la Virgen de los Dolores? 

A Nuestra Señora de los Dolores se le piden numerosas gracias y consuelo en momentos de aflicción y sufrimiento. Los devotos suelen implorar su intercesión para encontrar fortaleza en las pruebas de la vida, especialmente en situaciones de dolor físico, enfermedad, pérdida de seres queridos y angustia emocional.  

También se le ruega por la paz interior, el perdón de los pecados y la protección espiritual ante las tentaciones. Su imagen, asociada con la compasión y el sufrimiento redentor de Cristo, ofrece consuelo y esperanza a aquellos que acuden a ella con fe y devoción. 

Los 7 dolores de la virgen 

Los siete dolores de la Virgen hacen referencia a los siete dolorosos momentos que María experimentó durante su vida junto a Jesús: 

  1. La profecía de Simeón: cuando Simeón profetizó que una espada traspasaría el alma de María. 
  2. La persecución de Herodes y la huida a Egipto: la angustia de María al huir a Egipto junto a San José para proteger la vida del Niño Jesús. 
  3. Jesús perdido en el Templo: la angustia de María al perder y luego encontrar a Jesús después de tres días.  
  4. María encuentra a Jesús cargado con la Cruz: el dolor de ver a Jesús camino al Calvario cargando su cruz.  
  5. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor: el sufrimiento de María al presenciar la crucifixión y muerte de Jesús en la cruz.  
  6. María recibe a Jesús bajado de la Cruz: el dolor de sostener a Jesús muerto en sus brazos.  
  7. La sepultura de Jesús: el momento en que María acompaña el cuerpo de Jesús al sepulcro y debe dejarlo allí. 

 

Día de la Virgen de los Dolores 

Una de las fechas más esperadas y conmovedoras para los fieles de la religión católica, es el Viernes de Dolores. Este día marca el inicio del periodo de reflexión y devoción previo a la Semana Santa, dedicado a consolar a la Virgen María por los sufrimientos y la pérdida de su hijo, Jesucristo, quien sacrificó su vida en el Calvario para redimir a la humanidad. La conmemoración de este evento se caracteriza por su profundo simbolismo y emotividad, reflejando la esencia misma de la pasión y el sacrificio cristiano. 

En toda España, especialmente en ciudades como Madrid y Sevilla, se llevan a cabo procesiones y actos litúrgicos en honor a la Virgen de los Dolores. Estas celebraciones no solo tienen un profundo significado religioso, sino que también son una expresión cultural y comunitaria, donde los fieles expresan su fe y devoción a través de la participación en los actos ceremoniales y la contemplación de las representaciones de la Pasión de Cristo. Es un momento para reflexionar sobre la fe, la redención y el amor divino que trasciende el sufrimiento humano. 

 

Oración a Nuestra Señora de los Dolores 

Señora y Madre nuestra: tú estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús.

Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo. 

Lo perdías, en cierto sentido, porque Él tenía que estar en las cosas del Padre,

pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el amigo que da la vida por sus amigos. 

María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: «Ahí tienes a tu hijo», «ahí tienes a tu Madre». 

¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa.

Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima.  

Amén. 

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